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1o de septiembre de 2015
Dubleen
Además de sus famosos Pubs donde se puede beber la tradicional
cerveza irlandesa, Dublín se distingue por la cantidad y calidad de escritores
que ha dado al mundo. Entre ellos se encuentran, por ejemplo, Jonathan
Swift, autor de Los viajes de Gulliver, Oscar Wilde, su obra más conocida es quizá El
retrato de Dorian Grey, George Bernard Shaw (Pigmalión), William Yeats (El
crespúsculo celta), Brendan Behan (Confesiones de un irlandés rebelde), Samuel
Becket (Los días felices) y, por supuesto, James Joyce quien, desde mi
apreciación cautivó a Lacan al punto de que Lacan fue totalmente joyceano en su
enseñanza, sobre todo si pensamos en La tercera y en el seminario sobre El
Sinthome, donde abundan los juegos de palabras y los neologismos que revientan
y reinventan el sentido.
La foto que aparece arriba, la hice en julio pasado y la razón fue
que me llamó la atención encontrar indigentes leyendo en las aceras dublinesas,
en una ocasión incluso, me encontré con unas sábanas tendidas en el suelo, unos
zapatos gastados y algunos utensilios que sugerían un espacio habitado por un
indigente que andaría por las cercanías quizá buscando comida, pero lo que me
llamó realmente la atención fue una pila de libros que se encontraba en la
orilla de la “cama”, serían unos tres o cuatro. Decidí entonces hacer una foto
del siguiente indigente que encontrara leyendo, pues supuse que habría otros más.
La foto la tomé a unas siete cuadras de la casa de Oscar Wilde,
justo frente al parque St. Stephens Green, que el nieto del dueño de la
fábrica Guinnes donó a la ciudad, un parque rodeado de casas estilo georgiano y
rediseñadas en el siglo XIX en estilo victoriano. En la foto un hombre
indigente está recostado sobre su hombro izquierdo y sosteniendo con esa mano
un libro que lee atentamente, a juzgar por su mirada. Sus piernas están dentro
de una bolsa de dormir que le cubre hasta la cintura, su brazo derecho descansa
sobre su pecho. Hay unos cartones en el suelo que hacen de base para la bolsa
de dormir y un cartón más, levantado sobre su cabeza a modo de una cabecera de
cama, sugiriendo la búsqueda de un poco de privacidad, pues cubre precisamente
la banca que está por detrás, donde una mujer se ha sentado y busca algo en su
bolso ignorando al indigente que lee al lado de ella en su “cama”. Un vaso está
de pie frente al indigente, es el vaso donde los transeúntes depositan algunas
monedas como limosna.
El rostro del indigente no refleja aflicción, angustia o
preocupación alguna, sino más bien concentración en la lectura, atención a la
historia que está ocurriendo línea tras línea frente a él. El libro es grueso y
sugiere unas trescientas páginas al menos. No sé ustedes, pero yo nunca he
tenido oportunidad de ver a un indigente leyendo en México.
¿Podríamos dudar del hecho de que los escritores dublineses han
dejado un rico e interesante legado a este pueblo irlandés? ¿No son los
lectores el acuse de recibo de un escritor? ¿Se puede dudar de que intentando
un gesto joyceano, Dublín puede escribirse como Dubleen? No hay mejor manera de
decir que la cultura y la lectura están en las calles más que en los museos o
en las universidades. Si esta ciudad se ha distinguido por sus bares llamados
Pubs, al punto de que Joyce llegó a referirse jocosamente a Dublín como Publín,
también se ha distinguido por su cultura bohemia y culta. En los bares se
pueden presenciar animados debates políticos y literarios, mientras,
generalmente, dentro suena una melodía típicamente celta ejecutada por músicos
que se han reunido en el pub por puro gusto de tocar y beber una cerveza... o varias.
En el museo de los escritores aparece una frase atribuida a Joyce,
he olvidado la cita textual pero me permito parafrasearla, dice más o
menos lo siguiente: “Un verdadero acertijo sería poder encontrar una ruta que logre
atravesar Dublín sin tener que pasar frente un pub”. Esto parece
verdaderamente imposible, por lo demás, ¿quién desearía encontrarla y para qué?
¿Un escritor que hace un sarcástico homenaje a la famosa cerveza
irlandesa no es un excelente anudamiento entre la literatura y la cultura viva
en las calles y banquetas, donde otros, a su modo, no solamente rinden homenaje
a tal cultura, sino que la viven y le dan vida con su lectura, en sus calles?
¿Cómo podríamos dudar que ahí la gente ha leído mucho más de tres
libros y que resulte ser más cultura la cerveza que el presidente?
Eduardo García Silva
Coyoacán, Ciudad de México
13 de junio de 2015
Estigmata
Siete empleados de televisa posan en esta foto dentro de las instalaciones
del hospital psiquiátrico más grande de América Latina y el más importante en
México si tomamos en cuenta la cantidad de personas que son atendidas al año y
la cantidad del personal especializado que lleva a cabo las tareas de atención
a la salud mental, el hospital: Hospital Psiquiátrico Fray Bernardino Álvarez.
La imagen muestra a cinco personas atadas con camisas de fuerza
–que, efectivamente como denuncia ya una carta en change.org , no se usan en
esa institución- estas personas parecieran contorsionarse mientras hacen muecas
en un intento de sugerir algún “estado de conciencia alterado” como rezaría un manual de psiquiatría. En el extremo
izquierdo de la foto, una de las personas está vestida como enfermera mientras
que en el extremo derecho la otra viste de doctor, también ellos hacen muecas.
Estas personas de los extremos parecieran intentar contener a las cinco de en
medio. La supuesta enfermera sostiene una jeringa gigante y el supuesto doctor
toma por el brazo a la mujer que está a su derecha, no se sabe si conteniéndola o, lo que en buen mexicano se diría arrimándosele; en su solapa izquierda se
alcanza a observar parte del escudo del Hospital Fray Bernardino, ¿de quién era
esa bata? ¿la tomó o se la cedieron? Una ironía: la mujer que sostiene la
jeringa gigante fue hace algunos años una conspicua adicta a las drogas.
Más allá de la (i)rresponsabilidad de las autoridades del hospital (cuyo director, por cierto, lleva como apellido el mismo que hizo famosa a otra instittución en tiempos de Porfirio Díaz, La Castañeda),
que siempre han actuado con extrema cautela cuando alguna persona o institución
intenta tener acceso a sus instalaciones, ya sea para llevar a cabo alguna actividad
docente, clínica o de formación profesional, pero que en esta ocasión han sido
omisas en sus funciones, digamos que han sido disfuncionales, tal y como las mismas autoridades ya reconocieron en
una carta que da respuesta a la denuncia de change.org, más allá de eso, es la
primera vez que actores de televisa (se dicen cantantes algunos de ellos)
ingresan a una institución psiquiátrica, al menos no como pacientes.
Esta foto ha causado revuelo en las redes sociales y se le toma
como una afrenta y una estigmatización “a las personas con enfermedades
mentales y a los profesionales de la salud mental” (ver: |
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